Era diciembre,
faltaba poco para ser navidad; para mi hermana Arissa y para mí era un día como
cualquier otro, menos para mi hermano
Enzo, quien con síes años era obvio que
se emocionara por la idea de tener un juguete nuevo ese día.
Nuestros padres se
mudaron solos a la capital, donde trabajan para mantenernos a los tres, y
resultaba más económico y menos peligroso quedarnos solos donde vivíamos
actualmente. Ellos pasaban tan ocupados en sus trabajos que en los últimos tres
años no pasaron Navidad, ni año nuevo con nosotros, sólo los veíamos dos o tres
veces por año.
Para nosotros era
complicado, estábamos acostumbrados a vivir
y estar casi todo el día con ellos, y era aún más difícil para Enzo,
pues su única figura materna éramos nosotras, en especial mi hermana Arissa.
Pero era una situación que debíamos comprender y asimilar sin protestar.
Arissa era la única
que tenía un trabajo de medio tiempo, yo
por otro lado me quedaba en casa cuidando de Enzo. Me hubiera gustado ayudarla
y trabajar igual que ella, pero no teníamos con quién dejar al niño.
Con el dinero que se
ganaba mi hermana suplíamos algunos gastos o emergencias, que esta navidad
sería el regalo de navidad de Enzo, ya que faltando dos días para navidad
nuestros padres no habían enviado alguno y no queríamos ver nuestro hermanito
deprimido mientras veía a los demás
niños jugando con sus juguetes nuevos.
Siendo las siete de
la noche, mientras veíamos la televisión, nuestros padres llamaron para
informarnos que en unas horas llegaría él hijo de un amigo de ellos a vivir con
nosotros y de paso el traería el regalo
de Enzo. Arissa y yo nos enojamos al
saber que compartiríamos el pequeño apartamento, con un solo cuarto, con un
perfecto desconocido.
Mandamos a Enzo a
dormir con la excusa de que, si no se iba a dormir ya, no recibiría ningún
regalo, que para su suerte este año iba a recibir dos. Arissa se fue con él al cuarto a esperar que se durmiera, mientras
tanto yo me quedé en la sala esperando que nuestro nuevo compañero llegara.
Siendo casi las nueve de la noche tocan a la puerta, e
inmediatamente fui abrir.
-
¿Tú
eres Arissa? - preguntó inmediatamente
al yo abrir la puerta
-
No,
yo soy Zenda… ¿Y tú eres?
-
Yo
soy Elián. Tus padres me dijeron que podía quedarme aquí con ustedes.
Estaba enojada, me
dieron ganas de decirle un montón de cosas, pero después de todo él no tenía la
culpa de la forma en la que vivíamos. Le dije que entrara y llamé Arissa.
Cuando ella salió y
se acercó a Elián para saludarlo, este se puso de pie y le extendió la mano, mi
hermana la acepto y se quedaron mirando como bobos. Lo que faltaba, Arissa se
enamoró, pero… ¿Cómo no se iba a enamorar?, si le gustaban todos los niños
lindos que veía y Elián a simple vista llamaba la atención.
-
Debes
tener hambre, iremos a prepárate algo de comer. Arissa, ven conmigo - dije. Tenía que separarlos, si no, se
quedaban toda la noche ahí viéndose las caras. - ¿No me digas que te enamoraste a primera vista?
-
¿Y
cómo no enamorarme?, ¿es que no lo viste, Zenda?
-
¿Ver
qué cosa? - repliqué
-
Su
dulce mirada y su sonrisa angelical – dijo súper emocionada
-
¿En
serio? – pregunté un tanto indignada. No lo podía creer, antes de que llagara
lo odiaba y ahora lo “ama” – Yo lo único que vi fue, un chico de cabello negro,
pálido, alto, ojos claros…
-
Cállate
Zenda, deja así - dijo Arissa para concluir.
Entra
las dos preparamos comida para los tres pues sólo Enzo había cenado hasta
ahora. Cuando terminamos la llevamos
hasta la mesa y Arissa nerviosa lo invitó a que se sentara con nosotras, y él
sonriendo aceptó.
-
Dinos
Elián, ¿Por qué decidiste venir a vivir aquí a esta ciudad? - preguntó mi hermana, quien era muy curiosa y
más cuando alguien le interesaba. Pero Elián
sólo bajó la cabeza y se demoró para responder.
-
Mi…
padre…
-
¿Qué
con él?, ¿Te echó de la casa?, ¿se volvió a casar? – las preguntas de Arissa no
paraban.
-
No…
él murió hace un mes – contestó Elián.
Al escuchar eso yo
solo me llevé las manos a la cara, mientras Arissa quedó en shock y pálida por
lo imprudencia y la pena que tenía con Elián
- Después de su muerte yo no podía hacerme
cargo de su negocio, apenas tengo diecisiete años y no tengo la experiencia
para hacerlo, por lo que sus padres decidieron ayudarme administrándolo, y a
cambio me enviaron a cuidarlos a
ustedes.
-
¡¿Y
cómo nos va a cuidar un chico que tiene mi edad y es tres años menor que Arissa?!
– contesté enérgicamente. Sabía que no era hora de quejarme, pero lo tenía que
decir.
-
Zenda
no seas mala con él, además si lo ves de esta manera, él sería como nuestro
regalo de navidad. – dijo Arissa, comentario que hizo que Elián sonriera y me
di cuenta de que su sonrisa si era linda. – Elián como podrás ver el apartamento no es muy grande y sólo tiene
un cuarto
-
Que
duerma en la sala – dije. Era lo más lógico, bueno eso pensé yo
-
No,
¿cómo crees?. Él puede dormir con Enzo y tú yo juntas – dijo Arissa. No podía
creer lo que había escuchado, mi hermana se volvió loca, ¿Cómo íbamos a dormir
con un desconocido en el mismo cuarto?
Y así se hizo esa
noche, los cuatro dormimos en el mismo cuarto. Yo estaba acostumbrada a dormir
a la orilla de la cama, pero Arissa me quitó mi lugar para poder quedar cara a cara con Elián, quien también
dormía a la orilla de la cama de Enzo. Las noches siguientes me di cuenta que
ambos se tomaban de la mano mientras dormían, al parecer a él también le
gustaba mi hermana.
Pasaron los días y ya
era hora de regresar a la escuela, Elián y yo estábamos en la misma clase, mi
hermana sólo nos acompañaba para llevar a Enzo a su clase, y luego se iba a la
universidad y después a su trabajo de medio tiempo.
En los primeros días
de clase Elián estaba algo nervioso y me di cuenta de que es algo tímido. Como
no conocía a nadie se sentó a mi lado y además me seguía casi a todos lados,
además era algo popular entre mis
compañeras, todas lo miraban con cara de bobas. Era algo estúpido, ya tenía
suficiente en casa con Arissa.
Cuando salimos de
clase le dije a Elián que me esperara en la entrada mientras yo iba a buscar a
Enzo. Para mi mala suerte, me encontré con un compañero que me había confesado
sus sentimientos, pero como yo no sentía nada por él, lo rechace. Pero nunca se
dio por vencido y de vez en cuando se cruzaba en mi camino.
-
¿Y
ahora qué quieres? – le dije despectivamente.
-
Dame
un abrazo – dijo mientras extendía los brazos
-
¡Muévete,
tengo cosas que hacer!, ¡No estorbes! – le contesté y lo empujé. Traté de
seguir mi camino, pero me tomó del brazo y me llevó a un callejón.
-
¿Por
qué siempre eres así de grosera?, ¿No te das cuenta de que te quiero? – dijo
sobresaltado, cosa que hizo que ahora sí me asustara
-
Suéltame,
¡¿Te volviste loco?! - le dije.
-
Tal
vez… - susurró.
Poco a poco se fue
acercando a mí, con intensión de besarme, hasta que Elián lo tomó de la parte
de atrás de la camisa y lo tiró al piso. Sin decir una palabra me tomó de la
mano y juntos fuimos a buscar a mi hermano.
Con Elián en casa era
más fácil para mí cuidar a Enzo, porque así podía preparar la comida sin
preocuparme si mi hermano salió de la casa o estaba haciendo cualquier cosa
para hacerme enojar como acostumbraba.
-
Por
favor no le digas nada a mi hermana de lo que pasó hoy – le dije, pues no
quería preocuparla más.
-
Está
bien, pero debes tener más cuidado – dijo tomando mi mano de nuevo, pero esta
vez sí me puse nerviosa. Inmediatamente sintió que estaban abriendo la puerta
por lo que apartó la mano.
Arissa llegó y se
acercó a la mesa donde abrazó a Elián por detrás y acarició su cabello. Él sólo
sonrió, pero no fue la misma sonrisa con la que la que la miró la primera vez
que se vieron.
Además esa noche fui
la última en irme a dormir y esta vez noté que no estaban tomados de la mano
como muchas noches anteriores. Y así fueron muchas noches más.
Para la clase de
ciencias de Enzo nos tocaba pensar en una especie de proyecto. Elián sugirió ir
por unas luciérnagas y meterlas en un frasco, pero como no le encontré sentido
deje que ellos dos fuera a buscarlas.
Para mi sorpresa,
Enzo sacó buena nota, lo que hizo que el
niño me echara en cara el hecho de que Elián sí se preocupaba por él y sus
tareas. Afortunadamente se quedó dormido junto a Elián y pude salir a comprar
algunas cosas para la cena.
Cuando salí de la
tienda, Elián me estaba esperando. Me sorprendió verlo ahí ya que se supone que debería estar cuidando a mi
hermano. Él tomo la bolsa, y en vez de tomar mi mano, con su meñique tomo el
mío. Yo sólo le sonreí y caminamos hasta la casa.
En el camino nos
cruzamos con unas chicas, y él se las quedó mirando. A mí me molestó y lo jalé
para que se diera cuenta de que eso no me gustó. Cuando llegamos a casa me
soltó, supuse que Arissa ya estaba en casa.
Esa noche el brillo
de las luciérnagas no nos dejaba dormir, por lo que empujé a mi hermana para
que las sacara del cuarto, pero Enzo protestó, no quería liberarlas, así que
ambos salieron del cuarto a discutir la situación.
Elián aún seguía
despierto y aproveché para pasarme a su cama, sólo nos mirábamos. Yo tomé su
mano y la puse sobre mi cabeza para que la acariciara y así poder dormirme más
rápido.
Cerré los ojos, él
me besó pero no me sorprendió, en el
fondo era algo que quería que pasara… No me acuerdo de nada más sobre esa
noche, sólo sé que dormimos en la misma cama, porque cuando desperté aún seguía
a su lado… Arissa me iba a matar.
Cuando íbamos para el
colegio, no sé qué me pasaba. Ahora la boba era yo, no era capaz de mirar a
Elián a la cara, por lo del beso. Mi hermana se despidió antes de entrar al
edificio y se fue a llevar a Enzo al
salón. Elián me tomó de la mano y me llevo debajo del árbol que estaba diagonal
a la entrada. Pensé que me diría algo, yo sólo lo miraba tratando de que no se
notara que tenía pena, pero no dijo nada, sólo me volvió a besar. Pero esta vez
fue un beso más largo y yo correspondí, sin importar que mi hermana nos viera.
Entramos hasta el
salón de clase tomados de la mano, todos
nos quedaron mirando, y hacían comentarios entre ellos, lo que hacía que me
diera mas pena. En medio de la clase Elián me dio un papel, que sin que el
profesor se diera cuenta lo intente leer, pero el sí se dio cuenta y me lo
quitó y lo leyó frente a toda la clase
“¿Zenda quieres ser mi novia?”. Abrí los ojos de par en par y me
tapé la cara con las manos mientas los demás se reían y Elián sólo bajó la
cabeza.
-
Señorita
Zenda ¿qué respuesta le dará al joven Elián?, a ver si así continuamos la clase
– dijo fríamente el profesor. No podía creer
lo que nos estaba haciendo el profesor
- ¡Rápido que no tengo todo el tiempo del mundo!
Respiré profundo,
¿qué más podía hacer?. Miré a Elián y le dije que sí quería ser su novia. Lo
que no esperaba era que todos y hasta el profesor aplaudieran.
Ahora sólo teníamos
un problema, contarle a mi hermana. Era lo que me preocupaba más.
Justo ese día Arissa
llegó a casa más temprano. Mi corazón se quería salir del pecho; por un lado
estaba feliz por estar con Elián, pero por otro lado me sentía como una traidora. Solo esperamos a que se sentara, teníamos en
contárselo lo más rápido posible, Elián tomó mi mano y mi hermana sólo frunció
el ceño.
-
Arissa,
yo… - titubeó Elián. Al parecer también estaba nervioso – quería que supieras
que me gusta Zenda y hoy mismo le pedí que fuera mi novia.
-
¡¿Qué?!,
¿pero y nosotros? – dijo sin comprender bien lo que pasaba
-
Arissa
entre tú y yo nunca paso nada - contestó Elián un tanto apenado.
-
Pero
nos gustábamos, ¿no? - dijo mi hermana mirándolo con cierta tristeza.
-
Sí
me llamabas la atención, pero la que siempre me gustó fue tu hermana. Lo siento
- se disculpó Elián bajando la mirada.
-
Y
tú, Zenda, ¿desde cuándo te gusta Elián?, porque cuando llegó para ti era un
chico como cualquier otro. – dijo mientras me fulminaba con la mirada. Fue lo
más estúpido que dijo.
-
Sí,
pero a diferencia tuya, no sólo le veo lo atractivo a un chico. - le
respondí.
-
Ah,
ok. Como tú digas - exclamó. Tomó su
bolso y se metió al cuarto.
Me sentía como la
hermana más mala del mundo. Inmediatamente me puse a llorar, no sabía qué
hacer, no quería que Arissa me odiara, pero tampoco quería hacer a Elián a un
lado. Arissa no duró mucho tiempo encerrada, salió y nos miró como si nos fuera
a matar, se acercó a mí y me tomo del brazo haciendo que me pusiera de pie,
intento pegarme en la cara, pero Elián la detuvo.
-
¿Ari,
por qué le vas a pegar a Zenda?, ¿se
portó mal? – preguntó Enzo saliendo del cuarto, e inéditamente Arissa se alejó
de mí.
Los tres nos quedamos
mirando al niño, en cierta forma la situación era algo patética. ¿Cómo
explicarle eso a un niño de seis años?
Arissa no le iba a
responder, prefirió salir de la casa. Yo la seguí mientras que Elián trataba de
explicarle a Enzo lo que pasaba.
-
Perdón
– dije cuando la alcancé – yo nunca planeé esto, sólo pasó.
-
¿Desde
cuándo te gusta? – preguntó más tranquila
-
No
sé, desde que dejaron de dormir tomados
de la mano – dije mientras la miré a los
ojos, aunque me sentía mal.
-
Así
que tú eras la razón de su cambio… ¿sabes? lo que en si me duele es que no me lo contaste antes, pensé que nos
decíamos todo - dijo Arissa con tristeza.
-
No
es que no confiara en ti, sólo que desde
hace poco me di realmente cuenta de que él me gusta. Yo antes no estaba
segura, por eso nunca te dije nada - le expliqué pausadamente.
-
Vete
para la casa - me ordenó Arissa.
Regresé a casa. Enzo ya sabía que Elián y yo éramos novios y estaba tranquilo.
Nos fuimos a dormir, pero Arissa no regresó a casa esa noche.
-
Bien, ya lo pensé mejor, y Elián tiene razón,
lo nuestro fue un simple gusto, nada más. – dijo más tranquila – pero si van
hacer novios, tienen que respetar esta casa, ya que hay un niño de seis años.
-
Por eso puedes estar tranquila, cuidaremos de
Enzo como siempre lo hemos hecho. – respondió Elián
-
Y dormiremos como siempre, Elián con Enzo y
Zenda conmigo, ¿entendido?
-
Si – respondimos al tiempo.
De ahí en adelante todo transcurrió
normal, lo único diferente era que ahora estaba con Elián, y eso me hacía más
feliz, era un amor que antes no había experimentado y en mi corazón quería que
fuera para siempre.